La (nueva) política y el arte de vivir en sociedad
"No es lo que dicen, es lo que piensan. No es lo que quieren, es lo que hacen. No es lo que parecen, es lo que son”, ha afirmado la periodista Marta Rivera de la Cruz ante la desagradable tormenta de odio, ira y salvajismo tuitero de algunos de los nuevos políticos del Ayuntamiento de Madrid. En diversos municipios hemos presenciado instantáneas pintorescas, aguerridas interrupciones de actos y originales codas en las promesas de los cargos. En una sociedad democrática del siglo XXI, lo ñoño es no liarla; lo cursi es no dar escobazo al protocolo; lo soso es comprometerse a guardar y a hacer guardar la Constitución sin vistosas apostillas. Paradójicamente, las formas importan, y mucho, a los mismos que las desprecian: las grandes conquistas en el arranque de esta nueva legislatura se resumen en ir al trabajo en metro, a pie o en bicicleta, renunciar a pines y medallas simbólicas, o demonizar el uniforme de americana y corbata.
El azote al bipartidismo y la llegada de “una nueva forma de hacer política” –sintagma ya fosilizado- ha prometido el fin de la corrupción, el reparto solidario de la riqueza y una relación más cercana entre gobiernos y ciudadanos. Pero la lucha por la necesaria transparencia política ha desempolvado, de paso, el perfil humano de ciertos dirigentes recién elegidos. Hoy, el “ocultamiento de la persona”, al decir de Julián Marías, resulta tan sencillo como dar un clic al candado de tu red social. A veces uno no llega a tiempo.
El humor (negro). La juventud. La inexperiencia. El parecer y el ser. El pasado y el presente. Sí, todos nos equivocamos, a todos se nos calienta la boca, todos metemos la pata, y todos contamos chistes. Pero me preocupa que se reste importancia a una de las virtudes elementales que se esperan, no ya de un político, sino de cualquier persona: el respeto a la dignidad humana. La escritora italiana Natalia Ginzburg, formada en una culta familia de ideas socialistas y antifascistas, diputada durante dos legislaturas por el Partido Comunista, escribía en 1953: “Debemos recordar siempre que toda clase de encuentro con el prójimo es una acción humana y, por lo tanto, es siempre mal o bien, verdad o mentira, caridad o pecado”. Debemos recordar que, actualmente, los encuentros con el prójimo se producen en Twitter, en Facebook, en el Salón de Plenos, en el bar y en la plaza del pueblo. Debemos recordar que la violencia solo engendra violencia. Afortunadamente, personas como Irene Villa consiguen hacer oídos sordos al refrán.
Espero que no perdamos nunca el sentido etimológico del término politiké, que designa no solo el arte de la política, sino también el arte de vivir en sociedad.